La rosácea es una enfermedad crónica de la piel que afecta principalmente a la cara y suele aparecer en las mejillas o la nariz. Aunque es menos frecuente, algunas personas ven rosácea en la frente, la barbilla, las orejas, el cuero cabelludo y el cuello. La rosácea puede afectar a cualquier persona, pero es más frecuente en mujeres de piel clara. Las personas con rosácea suelen experimentar los siguientes síntomas:
- Enrojecimiento o rubor persistente: Las personas con rosácea tienden a ruborizarse con facilidad y experimentan enrojecimiento que puede persistir durante semanas, meses o incluso más tiempo.
- Vasos sanguíneos visibles: Para las personas con tonos de piel más claros, la rosácea puede hacer que los vasos sanguíneos sean más visibles en zonas como las mejillas o la nariz.
- Brotes de acné: Este puede ser a veces el primer signo de la rosácea, apareciendo como pequeños granos rojos llenos de pus.
- Sequedad: La rosácea puede provocar una piel áspera y escamosa con sensación de sequedad, a menudo acompañada de sensación de quemazón o escozor. La piel también puede estar tirante, picar o ambas cosas.
La rosácea puede aparecer y desaparecer en brotes que pueden durar semanas o meses y empeorar con el tiempo si no se trata. Aunque no se conoce con exactitud la causa de la rosácea, se cree que es una combinación de factores genéticos y ambientales. La rosácea suele ser hereditaria, y los estudios indican que más del 50% de los pacientes tienen antecedentes familiares de esta afección. Los factores ambientales desencadenantes son la exposición al sol, el clima cálido o frío, los alimentos picantes, el alcohol, el estrés, ciertos medicamentos o el ejercicio intenso. Las anomalías del sistema inmunitario y ciertas bacterias de la piel también pueden desempeñar un papel en el desencadenamiento de respuestas inflamatorias.