A pesar de su atractivo calmante, el agua caliente puede despojar a la piel de sus aceites naturales esenciales, conocidos como sebo. Este agotamiento puede provocarsequedad, descamación y una mayor sensibilidad. Además, la temperatura del agua caliente puede comprometer la función de barrera natural de la piel, un elemento crucial para protegerla de irritantes externos. La barrera cutánea, cuando está intacta, sirve como mecanismo de defensa, y el agua caliente puede debilitar esta defensa, haciendo que la piel sea más susceptible a las agresiones ambientales.
El agua caliente también desempeña un papel fundamental en la aparición de picores. El agua caliente despoja a la piel de sus aceites protectores, haciéndola más propensa a la sequedad y a las molestias, que culminan en un picor persistente. Este efecto sobre la barrera protectora de la piel puede compararse a las secuelas de las quemaduras solares, en las que la piel se reseca y se vuelve vulnerable.
La incorporación de prácticas calmantes, como la aplicación de lociones hidratantes, resulta imprescindible para mitigar los efectos adversos del agua caliente tanto en pieles secas como grasas.