Se trata, por tanto, de una piel grasa. Este tipo de piel también puede tener diferentes subtipos: por ejemplo, hablamos de piel grasa seborreica si se caracteriza por una producción intensa y continua de sebo que da lugar a poros dilatados, especialmente en las mejillas y los pómulos. La piel grasa oleosa, por su parte, se caracteriza por un sebo fluido y aceitoso que da a la piel un aspecto brillante.
A pesar de la producción excesiva de sebo, un error común es exfoliar y purificar en exceso para reducir el efecto brillante: la rutina de cuidado de la piel grasa debe realizarse con un equilibrio entre la limpieza a fondo, por ejemplo utilizando Active Pureness Gel, que gracias a la presencia de Gluconolactona actúa limpiando la piel de forma respetuosa con el Ph, y la hidratación ad hoc, evitando los productos emolientes y las texturas pesadas: un excelente hidratante puede ser Active Pureness Fluid, cuya combinación de Vitamina C y polvos matificantes lo hacen ideal para nutrir las pieles grasas e impuras (y también es una excelente base para el maquillaje).
En cambio, en el caso de las pieles grasas, impuras o con tendencia acneica, debido a un desequilibrio de la microbiota cutánea, la piel es incapaz de contrarrestar la acción de bacterias patógenas como la responsable del acné. En este caso concreto, la rutina de cuidado de la piel debe combinarse de forma muy equilibrada con productos para el tratamiento del acné: descubre cómo en este artículo.